El Amor es acción.
Para saber si alguien está enamorado, o si nosotros mismos lo estamos, es preciso saber que el amor es una acción deliberada sobre un objeto parcialmente conocido. El amor es acción, es una práctica voluntaria que sólo requiere de libertad, es un intento de unirse sin que las partes pierdan su individualidad; es un acto que no necesita un espejo para existir. Amar es brindar, es dar todo sin medida. Nuestra mente está tan embebida en la relación costo-beneficio que la sociedad nos ha impuesto que la idea del amor desinteresado se toma como un sacrificio. En realidad, cuando amamos no estamos renunciando a algo, sino que le estamos dando vida más allá de nosotros mismos. El enamorado no espera nada, porque no necesita nada. El acto mismo de dar, de amar, es el principio y el fin de todas sus intenciones. Lo curioso es que no hay manera de amar sin afectar el objeto. Es decir, el amor sincero modifica inevitablemente al receptor, lo penetra y lo toca en su esencia misma. Si alguna vez hemos amado esa persona nunca será la misma, pues lleva en su ser todo lo que allí hemos depositado.
El Enemigo del Amor.
El deseo de poseer es el antagonista natural del amor, y aquellos que encuentran placer en poseer o ser poseídos sólo lo hacen por una imposibilidad. Son incapaces de amar o de sentir que los aman. El afán de poseer se basa en la frustración de no poder acceder a la esencia del otro. El Otro es un misterio, un laberinto de secretos insondables; y el ser posesivo desea anular la individualidad del otro.Porque te Amo.
Explicar porqué te amo es tal vez una redundancia, pero el mecanismo del amor es tan maravilloso que bien vale la pena dedicarle unas palabras. En la lenta unión que se produce en el acto de amar uno llega a conocer al otro, a ser uno en el otro, a recorrer ese laberinto que ya ha dejado de ser un misterio para transformarse en el hogar donde hemos dejado una parte, acaso la mejor, de nosotros mismos. Decir Te Amo con sinceridad es dar algo que no puede devolverse. Pero como decíamos antes, el acto de amar no requiere de la posesión, ni siquiera requiere de la más ínfima retribución. Uno ama porque elige darse, y al dar lo más puro que tenemos perdemos todas las necesidades, salvo una, el deseo de que el otro complete nuestro amor encontrando la felicidad; aun cuando sea entre otros brazos. Todo esto puede sonar raro, e incluso algo virtuoso, pero no lo es en absoluto. No hay posibilidad de decisión en el desarrollo del amor. Una vez que nos entregamos no tenemos potestad sobre la medida en la que amamos. El único consuelo para tanta desolación es elaborar poco a poco la idea de dejarlo ir. Es como ir soltando su mano lentamente. Cada vez que pienso en esto me siento desgarrado en mil partes, pero al mismo tiempo sé que no hay otra posibilidad, el Amor no permite otra actitud ante esto. Lo duro es aceptar que en ese corazón, que nos abrigaba con tanta ternura, ya no seremos bienvenidos, no al menos como nosotros desearíamos. Y esa distancia insalvable de algún modo nos acerca a lo más inmaculado del amor: Primero El, que su felicidad sea la mía. Así como cada día trabajábamos en nuestra relación, cuidándonos mutuamente, también es preciso despojarse del egoísmo y tratar de entender y acompañar al ser amado que nos deja, procurando que este tránsito sea lo menos tortuoso posible. No hay nada más difícil que sentir que estamos lastimando a alguien que queremos, de manera que cargar al otro con culpa y reproches (como si el otro hubiese elegido dejar de sentir) es actuar en contra del Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario